El Día de la Marmota, en versión Balona
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Los albinegros firman otras tablas en casa en su enésima exhibición de impotencia.
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El árbitro escatima un penalti de libro sobre Carbià (8′) pero ni eso sirve de atenuante.
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Los linenses enlazan su tercer empate y dejar escapar otra opción de alcanzar el play-off.
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Mere: «Siento rabia; hicimos todo lo posible pero no nos da».
Cuando Bill Murray, allá por el comienzo de los años noventa del siglo pasado, hizo inmensamente popular su película Atrapado en el Tiempo (porque se llama así, aunque la memoria popular la sobre bautizase como El Día de la Marmota) se le olvidó contar un pequeño detalle: que había adquirido un abono para la Balona 2023-24. Esta Real Balompédica vive en un eterno bucle de incapacidad, falta de chispa… de dejar pasar una y otra vez ocasiones para engancharse a la zona noble. Aunque en su día se enfadase Luis Enrique por la expresión, es que da la sensación de que no quiere hacerlo. Esta Balona, sin ambages, tiene desesperada a su afición. No desencantada. Desesperada, aburrida. Triste (cada uno es libre de añadir sinónimos hasta cansarse… y posiblemente se quedará corto).
Si hace dos semanas este equipo que un día se conoció por Recia cedió un frustrante empate ante el Manchego, en puesto de descenso, esta vez le correspondió al Cádiz Mirandilla, que ocupa plaza de play-out, llevarse un punto del Ciudad de La Línea. En honor a la verdad merecido por cuanto el partido futbolísticamente no se decantó para nadie. Injusto, porque el árbitro cordobés Javier Sánchez Carreras se comió un penalti como una catedral a los ocho minutos de Hernando sobre Fran Carbiá. La frustración que dejan estas tablas es tan, pero tan grande, que quita las ganas de aferrarse al descomunal error del árbitro para justificar lo injustificable. Porque esto empieza a ser injustificable. El partido fue, sencillamente, insufrible.
Y mira que la Balompédica salió bien. Parecía que hubiese prolongado la última media hora de su partido en Estepona de hace una semana. Metida en el campo contrario, ganando los duelos individuales por intensidad, empujando al filial cadista hacia el borde de su propio área. Los albinegros eran conscientes de que tras los resultados de la jornada matinal un triunfo suponía igualar a la cuarta plaza. Sembrar la ilusión en su entorno, muy castigado. Pero primero llegó el mangazo del penalti. El meta cadista atrincó del pie a Fran Carbiá cuando le había desbordado. Pero pasado este hecho reprobable -que resulta incomprensible, una cosa no quita la otra- la escuadra de La Línea se fue apagando, desconectando paulatinamente… y acaba la jornada en octava posición, por detrás del Orihuela.
En los últimos 25 minutos del primer periodo lo único parecido al peligro fueron algunos balones aéreos que al Cádiz Mirandilla le costaba defender. Pero vaya que Hernando no sufrió en absoluto. Al filial le bastaba con estar ordenadito, sin dar patadones. Es un equipo coral. Pero con pocas individualidades de esas que se quedan en la retina. Por eso está donde está en una categoría tan cortita como esta Segunda Federación.
Por reseñar algo, un centro cruzado que se paseó por la frontal del área pequeña y al que no llegó Carbiá de milagro. Poco, muy poco cuando el que está enfrente es el segundo equipo más batido del grupo.
La segunda mitad no solo fue una demostración inabarcable de incapacidad por parte local sino que en algunos momentos hasta dio la sensación de que el Mirandilla estaba más cerca del gol que la propia Balona. De hecho una falta lateral de Youba Diarrá se fue envenenando y el larguero tuvo que salir al rescate de Ackerman (53′).
Ocasión ocasión, lo que se dice ocasión solo tuvo una la Balona. Así tuvo que ser el partido. Fran Carbiá -que es como la última esperanza albinegra una semana sí y otra también- lanzó con tino, pero Hernando se las ingenió para sacar con el pie. El balón le llegó a Pitu con el guardavallas por el suelo y todo el marco para él. Pero fiel a esa extraña manía que ha cogido este equipo, que empieza a parecer una adicción, estrelló el esférico contra el lateral de la red.
El resto más que narración merece análisis. La Balona se ha quedado con un solo nueve (Aridane Santana) al que los partidos se le hacen eternos. No es un reproche. Es que entra a todas y se desgasta. Moi Parra sigue aportando más en los ratitos que tiene que un Joao Pedro que es visiblemente infeliz pegado a la banda. Ése no es su hábitat natural y el brasileño se cansa de intentar hacer cosas que no sabe.
Y si el recurso para solucionar el disparate de partido contra el Cádiz B es sacar a Morcillo, que roza los 38 años, para que haga de Alexanco y a ver si engancha otra como la del día del Águilas… es que no queda otra que bajarse y no seguir mirando.
Al final no hubo gritos contra el árbitro -que se hubiesen entendido- sino contra Mere, que no son más que el reflejo de una frustración infinita. De una sensación de que la liga puede durar cien jornadas y a la Balona no le va a dar para alcanzar su objetivo. Que es cierto que el grupo está igualado. Que en diez jornadas hay tiempo para llegar a la quinta plaza, que está a solo dos puntos. Pero hay algo que está por encima de los números y son las sensaciones. Y después de tres empates consecutivos creer en esta Balona es más complicado que hacerlo en el Ratoncito Pérez.