Sonrojo con atenuantes
- La Balona cae en Murcia ante el UCAM y vuelve a la plaza de play-out.
- Los albinegros aguantan hasta que en el 67′ el árbitro se excede en la expulsión de un irresponsable Luis Martínez.
- En inferioridad los linenses desaparecen, encajan tres goles y se libran de alguno más.
- Javi Moreno: «Hicimos un partidazo hasta la expulsión».

Los partidos de la Real Balompédica Linense contra escuadras envueltas en fuertes crisis tienen adosado lo que parece un obligado spoiler. De antemano se puede dar por sentado que el equipo de La Línea concederá al rival el papel que la Biblia atribuye a Lázaro: lo resucitará. No iba a ser una excepción la visita al UCAM, que no ganaba desde 2024 y que le endosó a los albinegros un doloroso 3-0.
Sería fácil, muy fácil, limitarse a escribir que el árbitro Rodríguez Carpallo se cargó el partido (que además es verdad) con una expulsión de mijita/malaje/incapaz a Luis Martínez en el 67’ cuando el marcador era de 0-0. Pero visto lo que sucedió después no apetece buscarle atenuantes a esta Balona. Primero porque el futbolista tuvo bastante de irresponsable al protestar levantando el brazo cuando ya tenía una amarilla. Y segundo porque el rendimiento posterior de los visitantes es impropio de profesionales. O al menos de los que tienen el privilegio (sí sí, el privilegio) de vestir la camiseta de una entidad centenaria a cuya afición están llevando a la desesperación. La hinchada comprueba, desolada, no sólo que los suyos vuelven a la plaza de play-out, sino que el descenso directo está a sólo dos puntos. Vaya, que en medio de la tragedia el que más y el que menos piensa aquello de Virgencita que me quede como estoy.
La Balona fue a Murcia a por el empate. Y ya se sabe lo que sucede casi siempre en estos casos. Se contentó desde el silbido inicial con defender en su medio campo (eso sí, exquisitamente ordenada) y con enredar un partido que, como tantos, se hace insoportable. Largo, tedioso. Pasaban los minutos y no había una sola ocasión de auténtico peligro. Una de esas crónicas que se pueden escribir sin bolígrafo ni papel.
Los linenses soportaron el arreón incial de los de casa, mejoraron algo la posesión con algún destello de Álex Hernández y llevaron el partido hasta el intermedio sin que Álex Lázaro hubiese tenido que realizar una sola parada de mérito. Eso sí, en la otra portería hubiese dado igual que hubiese reaparecido Facu Ackerman (definitivamente talismán para los católicos) que hubiese jugado la abuela del uruguayo, porque los visitantes no lanzaron entre los tres palos. Y así sería hasta el final.
El arranque del segundo periodo apareció sin novedades. Lo mismo. La Balona parecía jugar con la impaciencia del rival. Hasta que llegó el maldito minuto 67. Un córner (que posiblemente no lo fue siquiera) cambió el partido. Luis Martínez, que en la primera mitad hizo todo lo posible para ver la amarilla en una acción en campo contrario, levantó la mano en un gesto despectivo. Y el tal Rodríguez Carpallo, que estaba loco por la música, le mostró la segunda amarilla.
Los dos protagonistas se autodefinieron como incapaces. El jugador de la Balona, que sabe que su equipo se está jugando la vida, ya se podía haber quedado quietecito. Por sus compañeros, por la hinchada, por el presidente que pone el dinero… Y al alicantino de adopción al que unos llaman juez y otros notario habría que verle delante de Vinicius Junior diciéndole de todo menos bonito a ver si era tan rápido de manos. No se puede (bueno, a la vista está que poder sí, no se debe) dejar a un equipo con diez por una acción como ésa. Por lo que se ve, a no ser que el contrincante sea el todopoderoso UCAM, claro.
Con diez, la Balona se desploma
Dicho esto, el resto fue una insoportable agonía. La Balona se descompuso y desapareció del campo. Es verdad que es complicado jugar con uno menos, pero también que la historia está salpicada de proezas alcanzadas en inferioridad numérica. No hay que irse a la otra punta del universo. Que pregunten en Marbella o en el Torremolinos de aquel entrenador que echaron de la Balompédica tres días después de ascender.
Hasta hubiese sido admisible que la Balompédica perdiese. Pero así nanai. No con una indolencia que recordaba dolorosamente a la de Almería o la de Estepona. Con una defensa que en cuanto se la fuerza un poquito parece un queso Gruyere y que va camino de duplicar los goles encajados por la Balona del último descenso. Que, oh detalle, militaba en una categoría superior.
Después de dos paradones de Álex Lázaro llegó el 1-0. Sergio Chica, que tenía la oportunidad de reivindicarse, hizo la estatua y Ale Marín anotó.
Los visitantes, siquiera por vergüenza torera, trataron de dar un paso adelante. Y únicamente sirvió para que se le vieran todas las carencias. Las defensivas y las ofensivas.
El 2-0 fue una obra de orfebrería de los locales, con sello del Rubén del Campo. El tercero pareció (es evidente que no fue así) promovido con mala fe. David Hernández botó una falta con todos sus compañeros metidos en el área rival… y le entregó el balón a un adversario. La contra duró diez segundos. Y llegó el tercero, otra vez firmado por Rubén del Campo, que no hizo el cuarto porque su disparo lo vomitó el larguero.
Habrá que esperar que esta vez no tengan la culpa los aficionados que murmullan en Tribuna porque ven arrastrarse a su Balona por una categoría indigna de su historia. Esta vez los únicos responsables (junto a un pésimo árbitro) son los que portaban la camisola albinegra y su cuerpo técnico, que han sumado cuatro puntos de 18 y que en el último mes y medio solo han sido capaces de vencer a un Don Benito que hace tiempo que busca las tablas. Y mejor no mirar lo que el calendario depara para las dos próximas semanas. Menudo añito.
