La cigarra y la Balona
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Los albinegros derrotan al Sanluqueño con gol de Chironi y se meten en zona de play-off.
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Los linenses se imponen en un duelo muy competido en el que saben sufrir.
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Nacho Miras aparece en el primer cuarto de hora para salvar, otra vez, a los de casa.
Sin aspavientos. Sin cambiar de discurso, sin mirar a nadie por encima del hombro. Es el éxito de la humildad, pero ahí está la Real Balompédica, encaramada en puestos de play-off. Los albinegros derrotaron en un partido al más puro estilo de la ya extinta Segunda B a un Sanluqueño que dejó poso de buen equipo, de muy buen equipo, pero al que lastraron de forma significativa sus ausencias. Un gol de Chironi venido a más recondujo la mala salida de los linenses, que una vez más demostraron que saben sufrir cuando es necesario. Y que desde ese espíritu miran desde arriba una Primera RFEF en la que andan sufriendo muchos grandes. Por eso es el mejor equipo andaluz de la categoría.
El Balona-Sanluqueño parecía un Balona-Sanluqueño de los de toda la vida. Hasta por el día tan desapacible y ese viento que condiciona cualquier cosa que suceda en el Municipal de La Línea Un encuentro entre dos equipos que guardan muchas semejanzas entre otras cosas porque están exquisitamente trabajados tácticamente. Un duelo en el que el error se penaliza. Un choque muy entretenido en la primera mitad y bastante menos en la segunda, que se jugó para hacer sufrir a la grada.
La Balompédica salió al campo con esa empanada que ya empieza poco menos que a ser costumbre y que va a ser cuestión de que se lo vayan tratando. El Sanluqueño llegaba antes a todo por intensidad y por colocación. Y tuvo dos. La primera en el 10′. Una jugada trenzada por su banda izquierda -por la que cargaba el juego- acabó con un centro que dejó a Toni García absolutamente solo en el segundo palo. Aún estaba controlando cuando no es que Nacho Miras achicase espacios, es que literalmente se lanzó en plan suicida sobre el atacante y no le dejó un resquicio. Un minuto después García intentó resarcirse y otra vez apareció el portero de la Balona, que sostiene a su equipo, parada a parada, jornada a jornada, entre los menos batidos del grupo. No solo por sus intervenciones, sino por cuándo las hace.
Al cuarto de hora llegó la última de los sanluqueños. Lucas Gaucho aprovechó una desaplicación de los dos centrales y se plantó delante de Nacho Miras, al que medio burló. Pero perdió un poquito la verticalidad de marco, quiso jugar hacia atrás y entregó el esférico a los zagueros que le perseguían. Perdonó el Atleti y, está escrito, el que perdona paga.
La Balona olió al fin el peligro, se desperezó y salió a un partido al que hasta entonces se contentaba con asistir. De repente el Atleti ya no podía hacer circular el balón con tanta velocidad. De repente los de casa se empezaban a dejar ver en las inmediaciones del área contraria. En el 17′ Antoñito calentó los guantes de Ismael Falcón. Y en el 21′ lo intentó Dorrio desde fuera del área.
Cuando la Balona ya se había dejado ver llegó la jugada que cambiaría el partido. Chironi le robó por amor propio un balón de nadie a Javi Barrio, se la puso a Dorrio, que estrelló su disparo en el poste. El cuero fue generoso y buscó al artífice inicial de la jugada y Chironi empaló con el alma e hizo el 1-0.
Los goles, no es precisamente un misterio, cambian los partidos. Y en lo que quedaba de primera mitad solo existió la escuadra de La Línea. No es que sometiese al Atleti, pero sí que controló el tiempo de juego. Lo intentaron otra vez Antoñito y Dorrio. Y ya en el coletazo final volvió a aparecer Nacho Miras. Lucas Gaucho le pegó mordida desde la frontal, pero el balón se envenenó con los botes y el guardavallas tuvo que sacar la mano porque la pelota amenazaba con jugarle una mala pasada.
Tras el descanso siguió habiendo la misma pelea, el mismo orden, la misma intensidad, el sufrimiento de la minúscula renta, pero bajó el fútbol. Vaya que el partido se parecía más aún a uno de Segunda B de toda la vida.
La Balompédica, que había sentido que el rival cada vez que llegaba a las inmediaciones de su área sembraba la duda, jugó a no hacer concesiones. Sacrificio y orden a más no poder. Parecía uno de esos encuentros que se antojan condenados a que o el visitante empate o el local sentencie en una contra. Pero no sucedió ni una cosa ni otra.
El Sanluqueño, a pesar de la entrada de hombres como Miguelete o Diego Cervero, no encontraba la vía de agua. Al final se vio obligado a dar el paso adelante. A la ruleta rusa. Solo consiguió un centro bienintencionado al que no llegó de milagro precisamente Cervero en el 75′.
El rato final era una angustia. No tanto porque el Atleti acorralase a la Balompédica, sino por esa sensación de vértigo que da ver al rival, a un muy buen rival como demuestran sus números, merodear el área. Romerito sacrificó a Gerard Oliva para dar entrada a Fran Morante, que por cierto retrasó su incorporación al juego… porque había olvidado la camisola. Fijo que costeará una convidá para sus compañeros.
Y otra vez el júbilo final. Otra vez el suspiro de alivio. Otra vez la alegría de la gente y de un equipo que, sin hacer ruido, se sigue haciendo fuerte en casa y ya hilvana tres jornadas sin encajar un gol. Otra vez la Balona arriba, pero sin dejar de mirar al puesto 15, no vaya a ser que a alguien le dé por sacar pecho y más tarde se lo partan. En plan hormiguita. Hormiguita ganadora, eso sí.