La Balona siembra dudas
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Los albinegros enlazan la cuarta jornada sin ganar y esta vez, ante un rival de su liga.
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El ‘jogo bonito’ de los linenses no se traduce en ocasiones y las sustituciones no aportan nada.
- Los de La Línea dejan su primera portería a cero, pero conceden dos o tres a un equipo sin dinamita.
Combate nulo. Y esta vez no cabe el atenuante de la entidad del rival. La Real Balompédica dejó pasar su primera gran oportunidad de apuntarse un triunfo y, lo que es peor, sembró muchas dudas entre una afición que comenzó entusiasmada, entregada a los suyos y se marchó cabizbaja y llena de preguntas, porque en el tramo final hasta temió por el punto. Que es poco botín, pero menos es nada, que luego estas cosas se echan en falta. Los de Monteagudo no pudieron con un Mérida que no es nada del otro jueves en un partido en el que fueron mejores con el balón, pero en el que otra vez eso no le dio para alcanzar su objetivo. Es verdad que mejoraron algo en defensa. De hecho firmaron su primera portería a cero, pero eso no significa que dejasen de conceder dos o tres oportunidades. La Balona da sensación de impotencia, de no saber cómo. Y eso, a veces, es incluso peor que perder.
El míster buscó soluciones a la fragilidad defensiva que venía demostrando el equipo de La Línea capando el centro de la retaguardia. Dio el mando a Jesús Muñoz y Borja López, pero de manera disimulada indultó a Nico Delmonte, al que colocó en la medular en detrimento de José Masllorens. Vaya, que el gran damnificado de todo este movimiento fue Fran Morante, que no era precisamente el señalado por la mayoría. Dio mucho la sensación de aquello de “algo hay que hacer”.
La primera parte fue un monólogo de la Balona. Pero un monólogo vacío, huérfano de contenido. Anodino. Gracias a la labor de Antonio Romero y a su conexión con los tres medias puntas se veía un juego combinativo, asociativo, buen trato de balón… pero todo eso chocaba en el orden de los romanos, que se sentían sometidos territorialmente, pero sin angustias.
De hecho toda ese primer capítulo quedó reducido, en lo que a ocasiones/ocasiones se refiere, a solo una. En del 18′ Omar Perdomo golpeó a bocajarro casi solo en el segundo palo y Javi Montoya replicó con un paradón. Al meta riojano lo despidieron al final como a un héroe. Y es que ante esta sabia y añeja hinchada el que siembra, recoge.
El resto del primer tiempo, ojana. Mover el balón con gusto para no obtener frutos. Que de aquí a un rato los mismos que celebraron la renovación de Gerard Oliva están pidiendo su cabeza como la temporada pasada. Pero cabría analizar con detalle cuántos balones le llegan francos al ariete para poder rematar. A ver si al final va a resultar que el catalán más que responsable es una víctima.
La segunda parte empezó marcada por la lesión de Omar Perdomo. Nada más empezar. Parece que tiene un problema muscular. Y ya son varios los que acumula esta plantilla. Otro asunto a analizar.
No se sabe muy bien si fue consecuencia de la marcha del canario, si que el Mérida dio un paso adelante, pero durante un buen rato la Balona perdió incluso el control del juego, que era lo único que había tenido hasta entonces. Parecía otro partido. Y ahí fue donde justificaron los romanos por qué después de 270 minutos de competición siguen sin marcar. Tienen poca, muy poca pólvora. No crearon ni susto.
Pasado el arreón el partido entró en una fase plana. Que ni so ni arre. Alguna rebullasca en el área emeritense y poco más. Como lleva sucediendo en las tres últimas semanas, los cambios no mejoraron al equipo de casa. Alguna cosilla de Alhassan Koroma y de Álex Guti, pero poco muy poco en el mundo de las cinco sustituciones en el que tan importante es el banquillo.
En el 80′ el sierraleonés cayó en el área en un forcejeo con un rival. Lo que ahora se conoce como penaltito. Si no lo pita, no lo pita. Y si se va al punto fatídico, mala suerte para el que barre. Pero ni en un caso ni en otro se puede hablar de escándalo. Igual la sensación de que el atacante balono -que tenía un magnífico pase atrás para Álex Guti- estaba loco por irse al suelo condicionó la decisión del colegiado.
En los últimos minutos, cuando se presumía que la Balona iba a dar el aldabonazo, fue el rival el que más cerca estuvo de marcar. O por lo menos el que más lo intentó. Hasta por cuatro veces probó suerte el Mérida. Una con Álvaro Román que por poco se cuela. Y las tres restantes en disparos de Llácer, Meléndez y Busi, desde fuera. Los números demuestran que el gol no es el fuerte del equipo extremeño.
La Balona sale dañada del primer partido de su liga. Estaba anunciado. Ya no hay excusas y empieza a asomar la siempre indeseable sensación de vértigo. El jogo bonito apenas se traduce en oportunidades y aún menos en triunfos. Es momento de mantener la cabeza fría. Pero también de ir dándole una vuelta para encontrar la explicación a lo que está sucediendo.