La Balona, de pena
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Los albinegros, inertes, cosechan una derrota con tintes de ridículo ante el Rácing Cartagena.
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Siete fichajes y un entrenador después el equipo sigue víctima de su falta de calidad.
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Los linenses encajan el gol, otra vez, ¡en un saque de esquina!
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A. Fernández: «El resultado es muy malo, pero hay que seguir intentándolo».
Perder en pretemporada con el St Josephs fue sonrojante. Hacerlo en la última jornada de 2023 en el campo del colista Cartagena B inexcusable. Que la Real Balompédica Linense perdiese este domingo -siete fichajes y un entrenador ejecutado después- ante un Rácing Cartagena en descomposión alcanza tintes de ridículo con proporciones dantescas. No hay atenuantes. Se acabaron los paños calientes que convierten al entorno en cómplice. Esta vez hasta el árbitro estuvo sobresaliente. La Balona no compitió. Fue un equipo sin alma, insípido, amorfo. Porque se puede perder como en Marbella, con uno menos y dando la cara, pero no así. El debut del nuevo técnico Fernández Rivadulla pasará a la historia como uno de esos días que hizo renunciar a muchos hasta ahora incondicionales. Decía el buen hombre que quería una Balona alegre, que hiciese a su afición sentirse orgullosa. Mejor no hacer comentarios.
Pero ojo, que el técnico gallego no es más que otra víctima (como lo ha sido el destituido Baldomero Hermoso Mere) de una temporada desesperante. Caótica. Pero el primer error del nuevo preparador fue querer apropiarse del discurso diciendo lo que el público quiere oir. ¿Un fútbol más combinativo? ¿Con esta plantilla? No es que a Mere no le gustase que su equipo jugase bien. Tonto no es y acreditada tiene su capacidad. Es que no hay suficiente calidad.
Y menos aún tratar de escenificarlo en un arenal y con mucho viento. Pero vaya que ya van 26 jornadas. Que no hay más cera que la que arde. Que aunque hubiesen jugado sobre el césped del Real Club de Golf Valderrama y con el techo echado como en el Bernabéu. Que ya lo dijo Mere, en lo que era más un reconocimiento de impotencia que una queja: no les da.
Fernández Rivadulla, eso sí, fue fiel al compromiso contraído en sus primeras comparecencias y no hubo revolución. Más bien más de lo mismo en lo que a la alineación se refiere. João Pedro entró, en banda, en lugar del sancionado Fran Carbià. Aridane Santana siguió arriba como referente, aunque igual bajando menos a recibir. Y un trivote en el centro del campo para tratar de tener el balón. Para eso del juego combinativo que parece ser la panacea contra todos los males de esta Balona. Como si solo fuese cuestión de poner más gente ahí en el medio.
El conjunto de casa salió mejor. De hecho en los quince primeros minutos suyos fueron los dos primeros acercamientos. Dos internadas por la banda derecha del ataque de Juanmi Durán, cuyos intentos de pase de la muerte fueron interceptados por la retaguardia albinegra.
Poco a poco la Balona fue adaptándose al partido. Y al supuesto terreno de juego. No volvió a pasar apuros. Pero tampoco es que se los crease al rival. Un intento de lanzamiento sorpresa de Pitu desde media distancia que resolvió el meta local Iván Martínez sin apenas agacharse.
De hecho, la primera intervención como tal de uno de los dos porteros no se produjo hasta el arranque del segundo periodo, cuando Álvaro Montejo se fue en velocidad de la defensa linense y aunque es verdad que llegó forzado, obligó a Facundo Ackerman a emplearse a fondo. Tres paradas de gol hizo durante el partido el portero de origen uruguayo. El meta local ni una, porque los visitantes lanzaron una vez y la hubiese interceptado en recién nacido.
En el 61 otro córner. Que cuando son en contra de la Balona son poco menos que un penalti-córner como en el hockey hierba. Álvaro Montejo empaló dentro del área solito. De verdad que si no fuera porque maldita la gracia que tiene se podría escribir que es para reirse. ¿Ahora quien tiene la culpa? ¿Mere? ¿Rivadulla? ¿Ellos le dicen a los jugadores que miren estáticos cuando el rival bota un saque de esquina? Ya está bien. Portar esa túnica sagrada que lleva impresa el escudo de la Balona implica una responsabilidad. Un compromiso. Que brilla por su ausencia. Y mejor no ahondar en individualidades para no acabar en los juzgados.
El gol descompuso a la Balompédica para lo que quedaba de mañana. Dos veces la tuvo el conjunto departamental para sentenciar. En la segunda Nacho Muñoz pegó de egoista y Facu Ackerman se hizo grande, achicó espacios a tiempo y aplazó la caída de la guilltina. En el 76′ en ¡otro saque de esquina! pudo llegar el 2-0, pero el remate de Tekio se fue al lateral de la red.
En ningún momento la Balona (que para no perder la costumbre perdió otro hombre por lesión, esta vez Morcillo) dio la sensación de poder ni siquiera igualar el marcador. Este equipo, que tiene a media ciudad de La Línea pendiente de todo lo que hace, que cobra al día y en A, que se entrena con todas las comodidades, que viaja como un conjunto de superior categoría… ni siquiera puso en apuros a unos profesionales que reciben su salario tarde y mal, que entrenan donde buenamente pueden, que no tienen afición ni medios que les respalden. Que por algo llevaban diez (si diez) jornadas sin firmar un triunfo puñetas. Pero ya llegó la Balona para endulzarles el camino.
La derrota deja la dolorosa sensación del «y esto es todo amigos» con el que Porky finalizaba sus películas. Tiempo hay para enmendar la plana, pero ya no es complicado creer, es imposible. Tan imposible que, al consultar los resultados los ojos se van sin querer más que a lo que hayan hecho el Águilas, el Orihuela o el Betis Deportivo a los marcadores de Antoniano, Vélez y Cádiz Mirandilla, no vaya a ser que al final haya que recuperar la calculadora y el rosario. Eso ya sería lo último. Por cierto, Porky añadía a su frase mítica otra que ahora parece hecha ex profeso para el asunto que se trata: «¡Mejor váyanse a casa!»