Del empacho al susto
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La Balompédica derrota al Cornellá con un gol de Fran Morante y comparte la cuarta plaza.
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Los albinegros, con un Antoñito galáctico, indultan al rival en un primer tiempo excelente.
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Gerard Oliva malogra un penalti y el árbitro anula un tanto muy discutible a los de casa.
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Tras el descanso el nivel baja y los de casa tienen que recurrir a su portero.
Del amago de atracón al susto mayúsculo. Así es la Balona de la Primera RFEF. Sólida como mantenerse en el grupo de los elegidos -empatados en el cuarto puesto, muy por encima de las expectativas- pero aferrada al sufrimiento como forma de vida. Los albinegros derrotaron por la mínima a un Cornellà que venía en racha después de un primer tiempo espectacular, en el que dispusieron de ocasiones no ya para cerrar el resultado sino para encarrilar una goleada y, por unas cosas y por otras, perdonaron y se autocondenaron a otro de esos desenlaces en los que el pitido final llega acompañado por un suspiro de alivio porque hay quien está temiendo lo peor. Gerard Oliva, que no tuvo su mañana, malogró un penalti en el 25′ después de discutir con Leandro Martínez sobre quién lo ejecutaba. Instantes después Fran Morante enmendó la plana y logró un gol que vale un triunfo y su peso en oro. Mas tarde, en el tramo final, los de casa echaron mano de Súper-Nacho para que les salvase [otra vez] los muebles.
Esta vez la Balompédica no salió de la caseta con la empanada puesta. Todo lo contrario, empezó el partido audaz, hambrienta, ante un rival que se contentaba con esperar en su medio campo y enviarle de vez el cuando el balón a Víctor Hernández -el mejor de los visitantes, pero al que frenó bien Loren- para que, mientras él enredaba en la banda, el resto pudiese tomar aire.
Desde el pitido inicial el partido se convirtió en un verdadero asedio gobernado por un Antoñito imperial. El algecireño ofreció una cátedra de cómo jugar entre líneas, proporcionando pases que en circunstancias normales debieron transformarse en asistencias. Es lo que tiene cuando un futbolista de su criterio se siente importante. Y no por ello deja de pelear un segundo. Entre él y las acometidas por banda de un Víctor Mena incansable, daba la sensación de que solo era cuestión de esperar.
De hecho no había transcurrido un minuto cuando a un centro del lateral zurdo al interior del área pequeña no llegó Gerard Oliva de milagro. A los ocho Leandro Martínez remató alto en el primer palo y en el 15 el cántabro -muy activo- lo intentó de nuevo, pero su disparo más que bien intencionado, pegó en la espalda de su compañero Antoñito.
En el 21′ llegó la jugada más polémica del encuentro. Tras un robo, Chironi envió a Leandro Martínez, que acaba de retrasar su posición, y éste superó al meta Lucas Anacker, pero el tanto fue invalidado. El movimiento del atacante pudo confundir al linier, pero por las imágenes da la sensación de que no existió posición antirreglamentaria. Aunque es lo siempre, sin VAR, en esas jugadas milimétricas no se puede hablar con rotundidad de error sino, si se pretende ser justo, de mala fortuna del que juzga.
Cinco después la constancia de Antoñito, que hasta por dos veces se negó a irse al suelo después de ser obstaculizado le permitió arrancar un penalti en el que el Albert Dorca pecó un poco de pardillo. Leandro Martínez tomó el balón, pero Gerard Oliva poco menos que se lo arrebató. Bien es cierto que el catalán venía de marcar una pena máxima ante el UCAM. La confianza que demostró para tomar el esférico se transformó en un lanzamiento inocente que detuvo el meta visitante… y que abrió de nuevo las puertas a ese murmullo de reprobación que no es la primera vez que escucha el nueve desde la grada.
Por suerte, apenas tres después el omnipresente Antoñito botó una falta, Lucas salió a por uvas y Fran Morante -como en la Copa ante el Córdoba- ejerció otra vez del listo de la clase e hizo el gol que al final se transformaría en victoria local.
La celebración aplacó los ánimos. Hasta que en el 32′ otra vez el ‘diez’ puso a Gerard Oliva con todo a favor para desquitarse del error del penalti. Mano a mano con el portero. Trató de burlar al cancerbero, se le hizo de noche y por poco ni remata.
Tras el descanso se jugaron 45 minutos que daban la sensación de no pertenecer al mismo partido. Los de casa parecían atemorizados por aquello de que el que perdona paga y además acusaban el monumental esfuerzo que habían realizado durante la primera mitad.
El juego se hizo espeso, ya no había frescura. Ni ritmo. En el 68′ un centro de Leandro se envenenó tras tocar en un defensa y por poco no acaba en lío para el Cornellá. Y en el 76′ el equipo del Bajo Llobregat tuvo la única oportunidad contabilizable de todo el encuentro, porque las dos restantes, ya cerca del desenlace, fueron invalidadas por fuera de juego. Chiki aprovechó uno de los escasos desajustes defensivos, se coló por un costado y fusiló a Nacho Miras… que desbarató con los pies.
En el momento definitivo Romerito sacrificó a Antoñito -que escuchó unas más que merecida ovación- defendió con tres centrales y propició el debut de Fito Miranda, que tuvo mucho de testimonial. En ese arreón final que cuando la diferencia es tan exigua no entiende de merecimientos y siempre tiene algo de paseo por el alambre, hasta por dos veces estuvo a punto de marcar el conjunto catalán. Por dos veces aparecieron manos insólitas del portero de la Balona, que no pierden un ápice de mérito por el hecho de que el árbitro anulase después las acciones, por situación antirreglamentaria.
La Balompédica se afianza en el vagón de cabeza y enlaza dos triunfos en casa sin haber encajado. Balance excelente para un equipo que afrontaba el encuentro con cuatro bajas, algunas más que notables. Pero estaría bien que, al menos por cambiar el paso, un día le ahorrase a su gente finales que parecen gestados en el despacho de Alfred Hitchcock. Siquiera sea por una cuestión de salud de su parroquia. Aunque al final los suyos dan por bueno el sufimiento si, como esta vez, pone a su equipo tres puntos más cerca de la permanencia.