¿No era maravilloso viajar hasta Mallorca?
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La Balompédica cae de manera injusta en Palma con un gol en el minuto 93.
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Los albinegros controlan el partido, pero pagan caro sus dos únicos errores de bulto.
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Chironi, sustituido, vuelve lesionado; partidazo de Fran Morante.
El Dios del fútbol sacó a pasear este primer domingo de noviembre toda su infinita mala leche para castigar la Balona solo él sabe por qué inconfesables pecados. El equipo de La Línea se fue a uno de los campos más complicados de la categoría y fue capaz de imponer sus normas: mucho sacrificio, mucho orden, poco fútbol y cero ataques. Y con eso le dio para llegar vivo y sin pasar grandes apuros hasta el añadido. Fue entonces cuando dos errores concatenados, uno cometer una falta absolutamente prescindible a unos metros del área y otro no defenderla como es debido, condenaron a la Balompédica, que merecía de largo el punto, a regresar de vacío y con esa frustración extrema que produce haber encajado el tanto de la derrota cuando el pitido final ya casi se oía de fondo.
No se hizo acreedora la Balona a volver de vacío de Mallorca. Pero la clasificación, como bien adoctrinó Luis Aragonés, no entiende de méritos, sino de resultados. El juego de esta todavía recién parida Primera RFEF -y más cuando sopla el viento de manera generosa- se está pareciendo por días más al de la Segunda B de toda la vida. Control de la situación, presión y el que se equivoque, pierde. Aquello de los errores puntuales que tantas veces se oyó decir a los entrenadores. Hace una semana, cuando el Sanluqueño indultó a la Balona, parecía una fórmula exquisita. En esta undécima jornada se antoja hasta cruel. Por la forma y por el instante del encuentro en que se produjo.
Romerito rotó de nuevo a sus centrales, en lo que se antoja un mensaje de que cuenta con todos y que los tres deben estar prestos. Jugaron Fran Morante (sobresaliente) y Borja López (notable). El resto los que llevaban cinco semanas sin perder. Y con ese ejército el juego se fue donde quiso la Balona. Un partido plano, con mucha presión, mucho trabajo, infinitas dosis de solidaridad, más de orden, pero sin ocasiones.
En medio de ese juego sin sobresaltos fue la Balona la que más cerca estuvo del gol en el primer tiempo. En el 37′ en un cabezazo de Masllorens que se fue alto tras el saque de una falta. Y en el 40′ por un disparo de Dorrio que le había ganado la carrera a su defensa que obligó a René Román a estirarse más de lo que le hubiese gustado.
Los locales también llegaron dos veces. La primera por medio de Vinicus Tanque (12′), que acabó topándose con Nacho Miras y el larguero y la segunda, con Dioni marcando a puerta vacía… pero ambas habían sido invalidadas por el árbitro justo antes de terminar. Así que al descanso el equipo de casa se fue, estadísticamente, sin crear peligro.
Tras el intermedio el ATB encontró la vía de agua, que era el costado derecho de la defensa de la Balona. Ni Leandro Martínez ni Loren tenía su mejor día y Ferrone (menos) y Canario (más) se las ingeniaban para generar incertidumbre. No era ni mucho menos un asedio, pero era por ahí por donde llegaban los sobresaltos. El mayor en el 67′ cuando Canario se la puso desde la línea de fondo a Dioni, que remató solo en el segundo palo, pero muy forzado y el balón tocó en Víctor Mena y llegó amortiguado a Nacho Miras.
En este segundo tiempo, todo hay que decirlo, el conjunto visitante (que estrenaba una elegante tercera indumentaria negra) no existió en ataque. Por un lado porque Gerard Oliva tuvo uno de esos partidos en los que parece más preocupado de pelearse con el mundo que de generar peligro. Por otro porque al caer lesionado Chironi nadie ponía pausa para que, al menos, la Balona tuviese el balón y respirase. Es una de las asignaturas pendientes de Masllorens, entender que a veces retener el balón y dar pausa ya es un servicio al grupo.
Por si fuera poco, los cambios aportaron entre poco y nada. Ni Fito Miranda ni Koroma, que no quiere acabar de enterarse que el regate, como tal, no tiene valor si no se constituye en una forma de atacar, de irse contra el marco contrario.
A falta de diez y con su equipo capeando el temporal más que bien Romerito, que no es la primera vez que lo hace, sacó un tercer central para paliar el peligro que le llegaba por el flanco derecho. Era uno de esos partidos que se antojan condenados al cero a cero. Y en el que además el empate sin goles reflejaba a la perfección lo que se había visto sobre el césped. Esta vez la Balona ni siquiera había necesitado de las manos salvadoras de su portero.
Pero llegó el 93′. Y Coulibaly cometió una falta absurda a pocos metros del área, cuando Dioni casi había perdido ya la pelota. Vilarrasa, después de pactar la fórmula con el banquillo, la puso al área, Víctor Mena y Jesús Muñoz poco menos que se estorbaron y llegó imperial Iñaki Olaortua para cabecear sin oposición. Para dar más suspense, el balón necesitó tocar en el palo para entrar. Sonó como un guillotinazo. Del todo a la nada en apenas un segundo. En el puñetero penúltimo segundo.
La Balona, después de un partido notable en el apartado defensivo y casi inexistente en el ofensivo vuelve de vacío, pero no se descuelga apenas del furgón de cabeza. El que se equivoca pierde. Así de lacerante son los partidos tan igualados. Y esta vez cayó cruz para la Balona.