La Recia ha vuelto para salvarse
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Los linenses recuperan sus señas de identidad, golean al Linares y acarician la permanencia.
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Los albinegros cuajan un primer tiempo extraordinario (4-0), con Coulibaly omnipresente.
- Alberto Varo le detiene un penalti vital a Hugo Díaz con el marcador 2-0.
- Fran Morante (2), Koroma, Leandro Martínez y Gerard Oliva, los anotadores.
La Real Balompédica desenterró lo más profundo de su esencia, recuperó su ADN, ése que llevó al inolvidable Reinaldo Vázquez a apodarla Recia, se matrimonió con un público [mejor con su público] dispuesto a perdonárselo todo y logró un triunfo colosal ante un Linares Deportivo (5-2) que, no hay que engañarse por el resultado, tiene cosas de equipo magnífico. Una victoria de esas que no se debe escribir que garantizan la permanencia en Primera RFEF, no vaya a ser que el dios del fútbol pase luego factura. Pero por encima de precauciones periodísticas, eso, que el trabajo está hecho, era que decían las miradas, muchas preñadas de lágrimas, de los balonos que dentro y fuera del terreno de juego se abrazaban al final de la batalla, conscientes de que esos tres puntos valen un potosí. Un equipo descompuesto y sin carácter hace apenas cinco días se aupó en un inabarcable Aly Coulibaly para levantar la cabeza y mirar al futuro con optimismo.
¿Quién dijo que el viernes 13 era un mal día? Lo será para el Linares, porque la Balona se hizo grande, inmensa en un primer tiempo intachable. Asestó un duro golpe a esos miedos que la tenían atenaza y se aseguró una victoria de las que se recuerdan. Desde el minuto uno por fin el juego de los de casa era reconocible. Sin ataduras, presionando arriba. Robando y creando peligro. Con Coulibaly acaparándolo todo, omnipresente (qué difícil es explicarse por qué no jugaba). Con Chironi dándole sentido y Koroma jugando en una especie de demarcación indetectable que acabó por desencajar al rival.
A los siete minutos ya lo intentó Loren, y replicó Razak y a los nueve un robo en la medular, tiki taka y Koroma que ponía el 1-0. El escenario ideal pero la Balona no se daba por contenta. Sabía que el rival no se iba a rendir así como así. Y después de algún aviso más, en el 20 otra vez se aliaron los que se habían echado el equipo a cuestas y Leandro Martínez, no sin un poco de suspense, hizo el 2-0.
La renta quería ser tranquilizadora. Pero el árbitro -que tenía unas ganas de protagonismo…- se sacó de la manga un penaltito, que diría Ancelotti y puso a la Balona en el disparadero. Pero, paradojas de este bendito deporte, el lanzamiento de un exalbinegro, Hugo Díaz, lo abortó con un paradón Alberto Varo.
Lejos de amilanarse, durante los diez minutos siguientes el Linares dio un paso adelante. Hasta por tres veces tuvo que aparecer el meta de los de casa para impedir que ocasiones de esas que se llaman manifiestas le sirviesen al equipo azulino para acortar distancias.
Y cuando más se tambaleaba la Balona, llegó el 3-0, obra de Gerard Oliva. Era el 39′. Unos y otros parecían haber firmado un armisticio hasta el descanso. Pero era solo una trampa envenenada tendida por los locales. Ya en el añadido Connor botó desde el costado con una precisión enorme y Fran Morante cabeceó a la red, imparable.
Cuatro-cero en 45 minutos. A la grada le faltaban manos para aplaudir. Unos se pellizcaban, otros se frotaban los ojos. Pero el 4-0 que señalaba el luminoso no era ningún espejismo.
Tras el intermedio Alberto González realizó cuatro cambios de una tacada. Y entre que su equipo parecía creérselo, que la escuadra de casa no supo administrar muy bien ese arranque y que a algunos empezaba a pasarle factura el sobreesfuerzo del primer periodo llegaron minutos de suspense.
En el 47′ el recién entrado Echániz hizo el 4-1 y sin que pasasen grandes cosas, en el 76′ llegó el 4-2, obra de Sancridrián con relativa complicidad del hasta entonces inmaculado Varo.
De repente la grada enmudeció. Empezaron a pasearse todos los fantasmas habidos y por haber. Hubo hasta quien se fue del estadio, temiéndose lo peor. Que puede parecer exagerado, pero es que esta Balona no llegaba precisamente en su mejor momento de credibilidad y lo que había en juego, como dijo el excapitán Sergio Rodríguez, era la vida. La supervivencia de una entidad centenaria.
Afortunadamente la angustia, que amenazaba con llevarse a alguno por delante, solo duró cuatro minutos. Los que necesitó Fran Morante para sellar la victoria con su segundo gol.
El resto era ya solo una fiesta, con ovación incluida a todo el que era relevado. Merecida. Una fiesta en blanco y negro a la que a punto estuvo de sumarse ya en el 91′ Manu Toledano con un gol que le arrebató la fortuna.
El pitido final llegó acompañado de un rugido surgido de las entrañas de un Municipal que se niega a despedirse mandando a la Balona a Segunda RFEF. Salido del corazón de los más de tres mil balonos que desafiando a la lógica habían pasado por taquilla para ver ganar a los suyos. Porque éste es el triunfo más coral de todo el curso. Y es que al final va a ser cierto eso de que nunca, ni siquiera después de un 5-1 en contra, hay que dejar de creer.