La Balona se empuja al abismo
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Los linenses, que salen del descenso, firman un empate sonrojante ante el colista.
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Los de casa protagonizan una segunda mitad cobarde, en la que dan vida al Talavera.
- Los toledanos malogran al final tres claras ocasiones, una de ellas un penalti.
Paradójico. Un punto que permite a la Real Balompédica salir (momentáneamente) de los puestos de descenso arrastra un dolorosísimo (e igual hasta exagerado) regusto a rejón de muerte. Esta Balona no es capaz de ganarle ni a un colista con maneras de colista, que incluso le perdonó la vida (penalti incluido) en el tramo final. Albinegros y cerámicos protagonizaron lo que deja la impronta, al menos a botepronto, de ser un suicidio colectivo de esos que practican las sectas. Ahora toca que si las lesiones (que son ciertas), que si el árbitro, que si el túnel del aeropuerto de Gibraltar… pero ya no se pueden comprar más excusas. Hay momentos en la liga en la que los partidos se ganan o se ganan. Y si se empatan tiene que quedar la piel hecha jirones sobre el césped. Esta Balona no es Recia. No es nada. Ese silencio preñado de impotencia que retumbaba en el estadio tras el pitido final, salpicado apenas de algún silbido, es la mejor señal de que pese a que hay vida, porque así lo dicta la clasificación, la afición se siente traicionada.
La Balona se dejó empatar por un equipo regulero tirando a flojito al que proporcionó vida cuando ya había entrado en la UCI. Sencillamente no puede ser que en un partido en el que literalmente está media vida en juego el rival haga el doble de faltas (8-16) y lance más entre los palos (3-6). Los números destapan la inoperancia y la falta de pundonor de un equipo que sigue en caída libre (un triunfo en once jornadas) y que no da la sensación desde hace tiempo de querer aferrarse a la vida. Que es complicado saber qué es peor.
Al principio el equipo de Escobar parecía salir dispuesto pero solo habían transcurrido ocho minutos cuando comenzó el calvario. Un pésimo despeje de Borja López al balcón del área -justo donde los manuales dicen que nunca debe ir- lo aprovechó Zanelli para hacer el 0-1. Era todo un presagio de que no iba a ser precisamente el sábado de resurrección.
Cierto es que el equipo de casa se recompuso a ese primer golpe. Sin un fútbol brillante pero sí con más intensidad que el contrincante, que atrás concede todo y más. En el 17′ João Pedro se inventó una jugada de la nada después de recibir de Alhassan Koroma y, con suspense incluido, marcó entre las piernas de Biel Ribas. Uno-uno y vuelta a empezar.
La afición creyó, el conjunto de casa tuvo el balón y en el 34′ un buen centro de Antonio Romero permitió a Alhassan Koroma, con una mijilla de ayuda de un defensa, hacer el 2-1.
Ya estaba el partido donde quería la Balompédica y fue precisamente cuando lo tiró. El Talavera estaba literalmente contra las cuerdas. Esperando el golpe que le lanzase a la lona para escuchar la cuenta que le mandase a la Segunda RFEF. Pero la escuadra de casa se empeñó en darle vida. Y no paró hasta que lo consiguió. En vez oler la sangre para ir a por el tercero y cerrar el encuentro, después del descanso el equipo albinegro salió cortocircuitado por sus propios miedos, para encadenar errores hasta llegar a niveles ridículos.
Estos partidos son para futbolistas que miran a los rivales con sangre en los ojos porque están jugando con su pan y con el de sus familias. Y sin embargo los de La Línea estaban asustados, minimizados. Sin confianza. Y se metieron atrás a esperar que sucediera lo que sucedió. Se podría escribir que muchos de los que estaban en la grada sintieron vergüenza, pero ese término se queda corto.
Los toledanos, que con el balón en los pies sí que hacen sus cositas, tomaron el mando de las operaciones. Y con los cambios se dieron circunstancias tan curiosas como que la Balona -en una decisión rocambolesca de su míster- empezó a defender con línea de cinco… y que fue justo entonces cuando el Talavera le ganaba la espalda cada dos por tres con pelotazos largos. Un auténtico disparate. De hecho en el 59′ De la Calzada tuvo que poner literalmente la cara para evitar el 2-2 en una de esas innumerables acciones en la que Buenacasa le robó la cartera a los zagueros.
No había reacción. A la Balona le duraba el balón el tiempo justo de perderlo. Y en el 78′ el rival encontró el boquete en un costado. El debutante Salanovic la puso desde la línea de fondo y Buenacasa remató en medio de una pila de gente que se desconoce qué puñetas estaban esperando en el área pequeña en vez de tratar de interceptar el centro.
Los minutos que restaban fueron un calvario para cualquiera que sienta en blanco y negro. Un cuarto de hora de esos que hace mucho daño al orgullo de la Preferencia.
El conjunto forastero demostró que sabía que no le quedaba otra que ganar. Marró incluso un penalti lanzado por Rodrigo Escudero sobre el que se hubiese abierto un debate inacabable en caso de haberse transformado en el 2-3, pero del que ya no merece ni hablar. Dela replicó con un auténtico paradón. Dos más tuvo el Talavera. Una de ellas, un remate de Buenacasa -que se estaba literalmente burlando de los tres centrales- absolutamente solo en el segundo palo que se marchó fuera tras mediación, seguro, de alguno de los inquilinos del palco infinito. La Balona replicó con dos llegadas, pero de mentirijillas. De fogueo. Reflejo de lo que fue su segunda parte.
El final, con lágrimas de Loren, incidente con el director deportivo Ismael Chico (¿a quién le dolerá más que a él?) y aficionados preguntándose qué fue de aquel equipo que tan orgulloso le hizo sentir en Córdoba. Esa Balona se ha desintegrado y es complicadísimo entender por qué. Ahora, con el calendario que le queda por delante, precisa un milagro deportivo. Pero para mantener siquiera la esperanza los que están dentro tienen que poner más. Infinitamente más. Y si alguno no se siente capacitado, que haga el favor de echarse a un lado. Si hay que caer a Segunda Federación (que, para qué engañarse, tiene cada vez más pinta) que sea al menos con la imagen que corresponde a un equipo como la Balona.